Una de las grandes preguntas que han preocupado al hombre desde su albores es cómo surgió este vasto e inabarcable Universo que la Ciencia de los últimos siglos nos ha ido desvelando, inimaginable Cosmos en uno de cuyos rincones más olvidados vivimos los seres humanos desde lo que únicamente puede ser considerado como un brevísimo suspiro temporal.
Durante milenios diferentes pensadores han intentado explicar cómo emergió todo lo que nos rodea: nuestro planeta y lo que contiene, el Sol, la Luna y el resto de mundos de nuestro pequeño Sistema Solar, junto con la miríada de luces del firmamento que se ven a simple vista y ese casi infinito número de estrellas y galaxias que nuestro ojo no pueden captar (pero que son desveladas cada vez con mayor detalle por los potentes instrumentos astronómicos de última generación)
e incluso las más que enigmáticas materia y energía oscuras.
Históricamente la respuesta a esta gran pregunta ha sido la religión: la siempre fértil y demasiadas veces disparatada inventiva humana ha ido construyendo a lo largo de milenios en cada cultura diferentes cosmogonías, a cual más curiosa y extravagante, cuya única característica común ha sido que aunque cada una de ellas parecía explicarlo todo, en realidad estos legendarios y más que desatinados mitos nunca han podido explicar nada, sirviendo solamente para dar una falsa e ignorante satisfacción a las mentes menos curiosas de esos monos bípedos que conformamos la muchas veces mal denominada especie sapiens.
Sin embargo ahora, la Humanidad está empezando a responder a esa gran pregunta. Y por supuesto esta respuesta viene (como no podía ser de otra manera) de la muchas veces tan denostada Ciencia, en donde sin prisa pero sin pausa legiones de científicos han ido a lo largo de los siglos acumulando datos, probando hipótesis y extrayendo conclusiones, de tal manera que en la actualidad tenemos una elegante (a la vez que sorprendente) explicación de cómo pudo surgir nuestro casi infinito Universo.
Y para esta explicación únicamente se necesita conjugar en una primera fase los tres elementos fundamentales del Universo: la energía, la materia (aunque como bien demostró el genial Einstein en realidad son la misma cosa) y el espacio.
Pero mejor dejemos que un portavoz autorizado, el gran Stephen Hawking, lo explique en este brevísimo y más que didáctico video.
Y por supuesto esta sorprendente explicación tiene importantes consecuencias filosóficas, teológicas y hasta sociales, porque a pesar de los más que vanos intentos de muchos pensadores y hasta de algunos científicos por negar lo evidente, hay un axioma casi grabado en piedra: cada nuevo descubrimiento, cada nueva explicación científica es un clavo más en el ataúd de ese cada vez más insignificante “dios de los huecos”, inexistente ente al que se aferran tan desesperada como irracionalmente los más moderados e intelectualmente inquietos miembros de la siempre tan particular grey cristiana.
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