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Channel: filosofía – La Ciencia y sus Demonios
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La Ciencia ¡estúpido!

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Hace ya más de un cuarto de siglo que el estratega de la campaña electoral del entonces más que desconocido Bill Clinton cambió el rumbo de una elecciones presidenciales con tres simples palabras: “La economía, estúpido!”, expresión que posteriormente ha sido modificada de mil maneras y que en los EEUU se ha convertido en sinónimo para definir lo esencial de una determinada situación. Es por ello que en la actualidad habría una expresión hija que condensaría también en tres palabras lo esencial del mundo moderno: ” La Ciencia ¡estúpido!”.

Aunque muchos la desconocen, otros la tratan con suspicacia (cuando no con desdén) y hasta algunos se vanaglorian de su más que ignorante desconocimiento, la Ciencia es quizás sin duda el mayor logro colectivo de esta nuestra especie de monos con poco pelo, que aunque dotados de un más que imponente cerebro, sin embargo por las presiones y atajos evolutivos tendemos en demasiadas ocasiones a la irracionalidad cuando no a la más pura superstición.

Y sin embargo nuestra vida y nuestra actual estructura social depende de su correcto conocimiento, de tal manera que en una democracia avanzada los ciudadanos que no entienden cómo funciona la ciencia no sólo pueden ser presa fácil de estafadores de todo tipo, sino que cómo electores pueden llevar al poder a aquellos que además de legislar en contra de los intereses de la ciudadanía, incluso pueden llevar a la sociedad al desastre.

Así, millones de ciudadanos que no son capaces de pensar de manera científica caen en las más burdas estafas, como esa de comprar de precio de oro lo que simplemente son los peores despojos de la carnicería o las famosas pastillitas de agua con un poco de azúcar. Y lo más sorprendente de todo es que para detectar este tipo de fraudes no hace falta ser Premio Nobel o experto científico, sino que con repasar los conocimientos básicos aprendidos en el bachillerato o incluso en la enseñanza primaria sobre química o biología se puede desenmascarar estas prácticas de feriantes de carromato. Sin embargo, otras veces estos fraudes no consisten solo en aligerar en unos pocos o cientos de euros el bolsillo de los incautos, sino que se puede poner en riesgo la salud e incluso la vida de aquellos que se acaban creyendo en las “sorprendentes” propiedades de las mal llamadas “medicinas” alternativas.

Y si las personas que no han asimilado el método y el razonamiento científicos pueden tomar muchas decisiones erróneas como individuos, cuando actúan como colectividad los resultados pueden ser desastrosos. Así, cuando cientos o miles de padres “preocupados” deciden en su más que errado juicio que por haber leído un par de webs pueden despreciar una de las más importantes herramientas de salud pública que se han inventado, no sólo pueden ser definidos como imbéciles, sino también como verdaderos criminales sociales cuando enfermedades que ya se consideraban olvidadas en Europa como era el caso del sarampión acaba infectando a más de 60.000 personas y produce la muerte de 72 niños en este último año, sobre todo cuando en algunos países incluso acaban aupando al poder a partidos criminalmente anticientíficos.

Y ya para llevar el despropósito anticientífico a sus más altas cotas de locura, millones y millones de analfabetos científicos votan una y otra vez a políticos tan analfabetos como ellos mismos, o peor aún a gobernantes a sueldo de esas grandes corporaciones que están envenenando el planeta, aun cuando la práctica totalidad del estamento científico ha concluido que no sólo vamos hacia un desastre económico seguro, sino que estamos bordeando peligrosamente el suicidio colectivo como especie.

En resumen, o dejamos de comportarnos como primates en nuestra sabana ancestral, en donde el único conocimiento provenía de la experiencia personal (la nuestra y la de esas pocas docenas de individuos que nos rodeaban) y asimilamos que en un mundo camino de los 10.000 millones de personas los grandes desafíos sólo pueden solucionarse con el método científico o, como bien ilustra el más que acertado David Suzuki, no sobreviviremos a ese más que decisivo minuto 59 que ya se está agotando.

 

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